Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora obra, y yo obro.

Juan 5:17

Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora obra, y yo obro. (Juan 5:17)

El Pecado: La Separación de la Obra de Dios

Este versículo revela una profunda verdad sobre la naturaleza de Dios y Su obra constante en el mundo. Sin embargo, el pecado ha distorsionado nuestra percepción y relación con esa obra divina. Desde el principio, el pecado separó al hombre de Dios, impidiendo que participemos plenamente en la acción continua del Padre.

Cuando Jesús declara que el Padre obra y Él también obra, nos invita a reconocer que Dios no está inactivo, sino que está siempre activo, incluso en medio de la oscuridad del pecado humano. La realidad del pecado es que nos aleja de esa obra y nos sumerge en la muerte espiritual.

La Gracia: Renovación a través de la Obra Continua de Dios

La respuesta de Jesús también nos muestra la gracia disponible para cada creyente. Él participa en la obra del Padre y nos llama a ser parte de ese movimiento divino que restaura y renueva. La gracia es el puente que nos devuelve a la comunión con Dios y nos permite vivir en consonancia con Su obra.

Reconocer que Dios obra constantemente es aceptar que su gracia nos sostiene y transforma cada día. No estamos condenados a vivir en la sombra del pecado, sino que somos llamados a caminar en la luz de Su obra renovadora.

Para experimentar esta renovación, el llamado a la conversión es urgente y claro. Debemos apartarnos del pecado y abrir nuestro corazón a la acción vivificante del Espíritu Santo.

  1. Reconocer el pecado personal y su separación de Dios.
  2. Confesar sinceramente nuestras faltas ante el Señor.
  3. Arrepentirnos con un deseo genuino de cambiar.
  4. Buscar la guía del Espíritu Santo para la transformación interior.
  5. Aceptar la obra de gracia que Dios ofrece en Cristo Jesús.
  6. Comprometerse a vivir conforme a la voluntad del Padre.
  7. Participar activamente en la comunidad de fe para fortalecerse mutuamente.

Al seguir estos pasos, participamos en la obra de Dios, que es vida, restauración y esperanza.

“Mi Padre hasta ahora obra, y yo obro.” – Un recordatorio de que Dios no ha dejado de actuar en medio de nuestras dificultades y que Jesús está con nosotros en cada paso.

Este versículo nos desafía a no conformarnos con una fe pasiva, sino a ser partícipes activos en la obra continua del Padre. La invitación es clara: vivir en sintonía con la obra de Dios, dejando que Su gracia transforme nuestro ser y nos impulse a actuar con amor y justicia.

En un mundo lleno de incertidumbre, esta promesa de acción divina constante nos brinda esperanza y seguridad. Que podamos abrir nuestro corazón para permitir que el Padre y el Hijo obren en nosotros, renovando nuestra vida y dándonos un propósito eterno.

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