El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; mas el que es incrédulo al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.

Juan 3:36

Reflexión sobre Juan 3:36: Vida eterna a través de la fe en el Hijo

El versículo de Juan 3:36 nos presenta una verdad profunda y fundamental para nuestra fe: "El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; mas el que es incrédulo al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él." Esta afirmación, tomada de la versión Reina-Valera 1909, nos invita a reflexionar sobre el poder transformador de la fe en Jesucristo y las consecuencias de rechazarlo.

Mensaje

En este pasaje, Jesús revela la condición esencial para recibir la vida eterna: la fe en Él como el Hijo de Dios. La vida eterna no es simplemente una promesa futura, sino una realidad presente para quienes creen. La incredulidad, en cambio, implica alejamiento y separación de Dios, manifestando la ira divina, que es una consecuencia justa de rechazar Su amor y salvación.

Es importante entender que la "vida eterna" no es solo una extensión del tiempo, sino una calidad de vida que comienza aquí y ahora, en comunión con Dios, y que trasciende la muerte física. La fe en Cristo abre las puertas a esta vida plena y abundante.

Fe en acción

La fe en el Hijo no es una creencia pasiva. Implica confianza activa, entrega diaria y obediencia a su palabra. Esta fe se manifiesta en nuestras decisiones, en nuestro trato con los demás y en la esperanza que mantenemos incluso en las pruebas. No basta con aceptar intelectualmente a Jesús; debemos vivir conforme a Su enseñanza y permitir que Su Espíritu transforme nuestro corazón.

  • Reconocer a Jesús como el único camino a la salvación.
  • Confiar plenamente en Su sacrificio y resurrección.
  • Vivir en obediencia a Su palabra y mandamientos.
  • Compartir la fe con otros, siendo testigos de Su amor.
  • Perseverar en la oración y la comunión con Dios.

Creer en el Hijo es la puerta que abre el acceso a la vida eterna y a una relación íntima con Dios.

Esperanza en Cristo

La esperanza cristiana se fundamenta en esta promesa de vida eterna. Aun cuando enfrentamos dificultades o incertidumbres, la fe en Jesús nos sostiene. Sabemos que la muerte no es el final, sino el inicio de una existencia gloriosa junto a Dios. Esta esperanza nos impulsa a vivir con propósito y a mantenernos firmes en medio de las adversidades.

Además, la advertencia sobre la ira de Dios no busca condenar, sino alertar sobre la realidad espiritual para quienes rechazan a Cristo. Dios desea que todos se arrepientan y reciban la vida que solo Él puede dar.

"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." (Juan 3:16)

Este versículo complementa a Juan 3:36 y nos recuerda el amor inmenso que Dios tiene por nosotros, manifestado en el regalo de Su Hijo. La invitación está abierta para todos, y la decisión de creer tiene consecuencias eternas.

En conclusión, Juan 3:36 nos llama a una fe viva y comprometida en Jesucristo. Nos invita a aceptar la vida eterna que Él ofrece y a vivir en esperanza, confiando en Su poder redentor. Que esta verdad transforme nuestro corazón y nos impulse a una relación genuina con nuestro Salvador.

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