Reflexión sobre Juan 20:17: "Dícele Jesús: No me toques: porque aun no he subido á mi Padre: mas ve á mis hermanos, y diles: Subo á mi Padre y á vuestro Padre, á mi Dios y á vuestro Dios."
La Puerta Entreabierta: Un Encuentro con lo Divino
En este pasaje tan profundo, Jesús revela un momento íntimo y cargado de significado tras su resurrección. El mandato "No me toques" no es un rechazo, sino una invitación a comprender que la relación entre Él y el Padre aún está en transición para el mundo visible. La imagen de una puerta entreabierta que pronto se abrirá completamente hacia el cielo evoca esperanza y expectativa.
Jesús no solo anuncia su ascensión, sino que redefine la relación entre Dios y sus seguidores. Ya no somos meros espectadores, sino hermanos en la fe, llamados a compartir ese vínculo sagrado con el Padre y el Dios de todos.
Viviendo la Imagen: Hermanos en la Misión Divina
La instrucción de Jesús a María Magdalena es clara: “mas ve á mis hermanos, y diles...”. Aquí se revela una misión que trasciende el encuentro personal con Cristo, una misión comunitaria y expansiva. Somos invitados a ser portadores de la noticia y del amor que une a Dios con su pueblo.
Este llamado nos desafía a vivir en comunión, a reconocer en cada hermano y hermana la presencia de Dios y a ser testigos activos de la esperanza que nace de la resurrección. La ascensión de Jesús no es un alejamiento, sino la apertura de un nuevo camino para la gracia y la vida eterna.
Este versículo nos recuerda que somos parte de una familia divina, unidos por la fe y llamados a reflejar el amor del Padre en nuestras vidas cotidianas.
- La ascensión como puerta abierta a la eternidad.
- La invitación a la comunión fraterna.
- La transformación del miedo en misión.
- El reconocimiento de Dios como Padre común.
- La esperanza que surge tras la resurrección.
"Subo á mi Padre y á vuestro Padre, á mi Dios y á vuestro Dios." – Una declaración que une cielo y tierra, divinidad y humanidad, en un vínculo eterno.
En este encuentro, María Magdalena es la primera testigo de una verdad que cambiará el curso de la historia: la muerte ha sido vencida y ahora Jesús abre el camino hacia el Padre para todos. Cada uno de nosotros está invitado a caminar esa senda, confiando en el amor que no se limita ni se retira.
Al contemplar Juan 20:17, podemos imaginar la escena no solo como un momento histórico, sino como un símbolo vivo de la esperanza cristiana. La presencia de Jesús resucitado nos llama a no quedarnos estáticos, sino a avanzar con fe hacia ese encuentro definitivo con el Padre.
Así, esta palabra nos impulsa a fortalecernos en la comunidad de hermanos y hermanas, a ser mensajeros del amor divino, y a vivir con la certeza de que nuestra verdadera patria está en el cielo.